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A VUELTAS CON EL COLOR DE LA PIEL (I)

11 May, 2021

Por Iñaki Urdanibia

+ Robin DiAngelo, Fragilidad blanca, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo (105)

+ Reni Eddo-Lodge, Por qué no hablo sobre racismo, Península

+ Angela Davis, Mujeres, raza y clase, Akal

+ Abdelkrim Bouhout, Idéologie et théories raciales. De la crise averroïste au grand    remplacement,  L´Harmattan

Vaya por delante una cuestión que no me parece, de ninguna de las maneras, irrelevante. Si se afirma, y en algunos de los libros que nombro se afirma, que la noción de raza es una invención, un constructo, sin ninguna base científica, ni consistencia, ni coherencia, a la hora de diferenciar, dividir a los humanos, y a partir de ahí, justificar la superioridad de unos sobre otros, parece una contradicción absoluta luego utilizar no ya la palabra, sino tal noción como baremo válido para distinguir a unos y a otros. Soy de la opinión de que se cae así, vellis nollis, en una contradicción que hace que se otorgue razón a quienes mantienen la distinción de los seres humanos en razas; es decir, se afirma que no es válida la clasificación de los humanos en razas ya que éstas no existen entre los humanos (no A), para luego usar A como manera de distinguir y clasificarlos, ergo A y -A. Leo, hablando del poder de la palabra, a Jacques Rancière: «las palabras no son sombras a las que se opone la realidad sólida de las cosas. Son ellas mismas realidades cuya acción construye o subvierte un orden del mundo». En caso contrario, que no es el caso de los libros que presento, si se partiese de la existencia de razas entre los humanos se debería definir con rigurosa precisión tal concepto, señalar las características distintivas, no solo fenotípicas sino genotípicas si las hubiera o hubiese, etc. o…simplemente se trata de los colores de la piel debidos obviamente a cuestiones de índole circunstancial: geográfico, climático, etc. Obviamente cosa bien distinta es que se use la palabra a la hora de citar documentos de época o textos de racistas consumados.

Es decir, o lo uno o lo otro, los dos a la vez… de ninguna de las maneras. Pues eso; dicho lo cual paso a dar cuenta de las lecturas que propongo

Merienda de blancos

Me permito invertir la consagrada expresión de merienda de negros (¡qué casualidad!) para dar a entender confusión, caos, desorden y similares, la expresión despectivas y discriminadora era usada, a su modo, por el mismo Kant cuando en sus Observaciones sobre lo bello y lo sublime venía a invitar a usar el bastón para silenciar el barullo habitual de los negros; ¡ toma Ilustración! Como digo, uso la expresión, cambiando el color y también el sentido para adecuarlo a la ocasión. Digo merienda de blancos para indicar que los blancos, como grupo dominante, se unen en el banquete para comerse -es un decir- a los negros, los amarillos, los aceitunados… y toda la gama de los colores humanos que no sean la blancura, no albina claro, blancura en la que no caben distingos, lo mismo da un color rosáceo o pálido que algo más soleado, ya que los blancos son los blancos y punto. Es una obviedad afirmar que el grupo dominante entre los humanos ha sido el de los blancos que son quienes han llevado a cabo la empresa colonialista, el tráfico de personas (también blancas, conste) a costa de las gentes de otros colores. Teniendo en cuenta una cuestión incuestionable precisamente que por encima de la supuesta lucha de razas, se oculta, generalmente, la lucha de clases, y las distintas formas de explotación y discriminación que la acompañan. La consecuencia de tal aproximación supone tener en cuenta otras variables, además de la de clase, como sexo, situación de generación, color de la piel, etc. [puede verse un reciente libro de Stéphane Beaud y Gérard Noiriel: Race et sciences sociales. Essai sur les usages publics d´une catégorie, Agone].

Robin Di Angelo (San José, California, 1956) expone en su libro, publicado por Ediciones de Oriente y del Mediterráneo: «Fragilidad blanca. Por qué es tan difícil para los blancos hablar de racismo», la acérrima defensa, o escaqueo, que subyace entre los blancos a la hora de hablar sin prejuicios y sin intereses del asunto, defensa, digo, de las ventajas adquiridas por ellos a lo largo de la historia. En el fondo se da una defensa de los privilegios del supremacismo blanco que considera a las personas de otros colores como inferiores, como condición para ejercer el dominio sobre ellos. Se da una situación similar a la que mantienen no pocos hombres a los que les repatea que se les hable de igualdad con las mujeres, ya que ello supone la pérdida de los privilegios adquiridos. La ensayista, profesora adjunta de educación en la universidad de Washington e implicada en labores de aclaración y denuncia del racismo, sostiene que no es una cuestión personal, ante que tales privilegios sean puestos en solfa, sino que es un sentimiento colectivo, en la medida en que supone un mecanismo de defensa que enturbia cualquier análisis sosegado de las cuestiones en liza.

El repaso es minucioso y se puede observar distintos rostros que asoman a la hora de encarar el racismo, postura que no solamente afecta a un grupo de desalmados, sino que es como una segunda piel que forjada a lo largo del tiempo ha quedado incorporada a la mentalidad ambiente. Ya desde el nacimiento se van incorporando los supuestos valores y diferencias con respecto al Otro, y de este modo se llega por parte del colectivo blanco a odiar «fundamentalmente la negritud por lo que nos recuerda: que somos capaces y culpables de perpetrar un daño inconmensurable y que nuestros beneficios provienen de la subyugación de otros», de ahí que nos sintamos ofendidos al ver una mirada orgullosa, proveniente de un negro por ejemplo, que nos mira como iguales… ¡faltaría más!

Di Angelo da diferentes pasos por la historia para constatar la evolución que se han dado en este terreno, aunque la tendencia dominante es la que mantiene las ideas recibidas y heredadas, lo que significa que no se trata de una película de buenos y malos, sino una especie de inconsciente colectivos que funciona como un poderoso super-yo que guía nuestras conductas, o al menos las reclama e impulsa. En la obra se muestran ejemplos de las reacciones que habitualmente se dan en los blancos, por hablar en genérico, al abordar dichos temas, observándose un predominio del sentirse ofendidos, molestos ante lo que se juzga como racismo, anti-racista, las posturas de los otros, sin obviar otras posturas que, desde posicionamientos contrarios, recurren a un descarado paternalismo, teñido de compasión y buenismo como quien quisiera resarcirse de las culpas adquiridas. No faltan las referencias a la literatura, ya leída desde la escuela , dándose un trato diferente, en los textos, si se trata de blancos, considerados como personas sin más sin añadirles la noción de raza, mientras que no sucede lo mismo al hablar de los negros; se da igualmente un canon en el que aparecen escritores blancos (Jane Austen, Charles Dickens, Fiódor Dostoievski, Mark Twain y otros a los que se considera como portadores de una visión universal) mientras que los negros quedan en segundo plano, o en el olvido (Toni Morrison, James Baldwin… escritores utilizados en los cursos que imparte la autora sobre el fomento de la diversidad…). Transcribo, a modo de ejemplo, una frase que confirma lo señalado en las primeras líneas de este artículo: «ser blanca ha determinado mi vida de varias maneras y una de ellas es que mi raza se presenta como la norma para la humanidad […] me desconcierta la insistencia con que se nombra la raza de los personajes de color y que solo nombre la raza de estos personajes» (los subrayados son míos). Supongo que no se trata de problemas de traducción, la utilización del término raza como si fuese un concepto objetivo y científicamente probado, o el tan manido como inexacto personajes de color, como si el color solo lo tuviesen los discriminados…más no seguiré por esa senda.

La obra se abre por diferentes caminos, y resulta destacable, desde un punto de vista práctico, la cantidad de ejemplos de las conductas y respuestas habituales y grupales, a la vez que los consejos o propuestas que hace la ensayista de cara a adoptar una postura apropiada a la hora de enfrentarse al debate y la concepción de las cuestiones raciales, lo que convierte el volumen en un necesario manual con sus pertinentes instrucciones de uso.

Si en el libro anterior se plantea la dificultad de hablar sobre racismo con los blancos, bien distinta es la óptica adoptada por Reni Eddo-Lodge que anuncia abiertamente «Por qué no hablo con blancos sobre racismo», libro editado por Península. La joven periodista, que ha recibido diferentes galardones y elogios, está agotada de discutir sobre el tema, en horas interminables; se refiere su negativa fundamentalmente a discutir con blancos. No le falta descaro y desparpajo a la joven, usando un tono de rompe y rasga que en ocasiones se me antoja un tanto precipitado por no decir indocumentado, o al menos falto de argumentos sólidos, como puede ser el caso al hablar de las relaciones entre clases y raza, ateniéndose as la hora de definir el primer término al uso de los tabloides o al uso ambiente, nada que ver desde luego con una mirada sociológica, y menos marxista, visión que parece ser considerada por Reni Eddo-Lodge como superada hoy, al no darse como en otros tiempos fábricas y medios de producción como estructura económica dominante.

Lo dicho no invalida, de ninguna de las maneras, el interés del ensayo que se despliega con una potente batería de argumentos que desmontan muchas de las supuestas verdades, cantidad de argumentos falaces que son utilizados para seguir manteniendo las cosas como están; teniendo en cuenta que el problema del racismo es un problema de los blancos, problema con el que han de lidiar. El libro es un grito poderoso contra el racismo, y contra las pretensiones por parte de los blancos a presentar su visión como la visión universal, rompiendo el silencio que sobre el asunto se mantiene en ocasiones con el fin de que reine la paz a la vez que, aunque solapadamente, se pida: virgencita, virgencita que las cosas se queden como están. El que el escenario observado sea el de Gran Bretaña, no quita para que el peso de los argumentos expuestos sean de más amplia aplicación.

Todo empezó con un texto escrito por la joven, a la sazón tenía veinticuatro años, en su blog, en su entrega mostraba el hastío que le suponía discutir sobre los temas raciales, al observar la incomprensión por parte de los blancos del significado social de ser negro, y la rápida finalización de las discusiones como si el asunto no mereciese la pena, al responder más bien a ideas calenturientas de mentes calenturientas, imbuidas de una visión subjetiva como la suya; en este orden de cosas expone las respuestas de este tipo que recibió por algunas mujeres de movimiento feminista. Si antes he calificado el libro, publicado originalmente en 2018, como un grito, la cosa no queda ahí ya que éste es a su vez una verdadero manual de cómo tratar de superar las ideas y comportamientos racistas. Estas conductas no han de ser consideradas como actitudes aisladas de algunas personas sino que responden a unos mecanismos estructurales e institucionales que consagran el racismo en Occidente, no solamente en el Reino Unido. La salida que la autora propone o vislumbra es que no se dará a través de la concienciación del personal y su consecuente lucha contra el racismo sino que se ha de tener en cuenta el racismo estructural para combatir las verdaderas raíces del problema; el problema reside en el privilegio de los blancos y del dominio de la blanquitud, lo que conlleva unas relaciones sociales que excluyen y oprimen a las personas negras; diferencias de trato que empieza por la enunciación de los propios nombres y apellidos. Los ejemplos tomados de la realidad en lo que hace a la educación, a la vivienda o el empleo no faltan en el riguroso trabajo de documentación llevado a cabo por Reni Eddo-Lodge.

Siete pasos da la autora en los correspondientes capítulos que comienzan con el retrato de la historia de los conflictos raciales en Gran Bretaña, aportando datos y fechas de la llegada de mano esclava a Liverpool o la participación de los soldados jamaicanos reclutados en la primera guerra mundial, o los antillanos… para a continuación dedicarse a detallar la lógica estructural en la que reposa el racismo (El sistemaQué es el privilegio blancoMiedo a un planeta negro), para concluir con una mirada sobre la relación del racismo y los movimientos feministas y la denuncia de la dominación de clase.

El estilo desenvuelto de la prosa, va unido a lo directo y cercano de los ejemplos que salpican las páginas, lo que convierte el mensaje que traslada en una dechado de claridad. La publicación del libro, galardonado con diferentes premios, ha levantado ampollas en ciertos sectores, lo que ha supuesto a su vez la extensión de un debate entre diferentes visiones y comunidades en un país que ha vendido su multiculturalismo como modelo ejemplar: la negativa a discutir por parte de la joven afortunadamente no ha sido mantenido, al mostrar su capacidad y valentía a la hora de enfrentarse en directo con representantes de organizaciones de derecha extrema (significativo debate transcrito en el libro que demuestra la capacidad de esta joven que no se achanta sino que al contrario se crece ante las adversidades). La voz de Reni Eddo-Lodge ha traspasado las fronteras insulares extendiéndose su eco por diferentes latitudes y sirviendo de ánimo a distintos luchadores por los derechos de diferentes minorías, de distintos colores, desde Brasil a Australia, pasando por Europa y la Norteamérica del Black Lives Matter.

Lo de las personas de color asoma como norma a lo largo del libro y no es por, pero el eufemismo es discriminatorio ya que se usa para calificar a los negros, los incoloros blancos son la representación universal – hasta la propia Eddo -Lodge relata su deseo y esperanza infantiles por llegar a ser blanca, ante la estupefacción de su madre, por lo que no es necesario recurrir a explicitar el color de su piel… son los otros los que son excepción mientras que la blancura, en toda sus tonalidades, es el modelo, es lo universal, es la regla, ¡por Baltasar! Eso sí, siendo cierto que no se ha de cerrar los ojos ante la cuestión racial, y que las propuestas a no “ver” la raza, «el argumento de la ceguera ante la raza es pueril y tiene un recorrido muy corto», es utilizado con el fin de negar la discriminación y segregación entre los diferentes colores de piel, cuyos depositarios son, qué duda cabe, los de piel oscura… otra cosa bien distinta es la postura de negar la existencia de razas entre los humanos lo que no elimina de ninguna de las maneras la constatación de las diferencias y la lucha contra la discriminación, la falta de igualdad, y otras yerbas de colores varios.

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